Miembros del jurado: Diego Alonso Rojos Daydi (Gerente de Prevención de Robos de Vehículos de la Asociación de Aseguradores de Chile) |
José Luis Borgoño (Ex Abogado Integrante de la Corte de Apelaciones de Santiago) |
Rodrigo Hoyl (Vicedecano Económico Profesor de Derecho Comercial y de Seguros, Facultad de Derecho Universidad de los Andes)
Junto a Marcelo O. Aiello (Gerente general de CESVI ARGENTINA),
Jorge Alarcón (Jefe de servicios internacionales de CESVI ARGENTINA),
Manuel Carvallo Pardo (Socio y Gerente General de Estudio Carvallo),
Saavedra, Gabriela F. (Ganadora 1° puesto categoría A),
Manriquez Tepper, Javiera F. (Ganadora 1° puesto categoría B).
Santiago, 13 de noviembre de 2025.
Una nueva versión de este concurso nos convoca —ya en su décimo quinta edición—, y como jurado, queremos compartir algunas reflexiones que creemos pueden enriquecer esta instancia de aprendizaje, reconocimiento y mejora continua para toda la industria aseguradora.
En primer lugar, agradecemos a CESVI Argentina por impulsar y sostener esta ocasión de encuentro, que permite visibilizar buenas prácticas, generar conciencia sectorial y elevar los estándares de prevención y detección del fraude.
También agradecemos a SURA, que ha facilitado generosamente este auditorio para la ceremonia de premiación.
Reconocemos igualmente el compromiso de las compañías participantes, que, más allá de la legítima competencia, se exponen al escrutinio crítico, comparten sus metodologías y dan a conocer no solo sus aciertos, sino también sus vulnerabilidades. Esta disposición al aprendizaje compartido es, sin duda, el camino hacia una industria más robusta.
Nos alegra, además, que esta premiación se inserte en el marco del Seminario IATTI LATAM 2025, lo que amplifica su alcance y permite un diálogo más transversal sobre los desafíos de la criminalidad organizada y el fraude.
Este año, el concurso presentó una notable variedad de siniestros fraudulentos investigados, lo que confirma que el fraude no se agota en ciertas líneas tradicionales. Hemos revisado casos vinculados a seguros de vehículos (tanto livianos como de alta gama), seguros patrimoniales relacionados con bienes raíces, coberturas por invalidez, siniestros simulados con robo violento, fraudes en la construcción e incluso esquemas donde el defraudador opera en red y con apoyo profesional.
Por primera vez, recibimos casos donde están involucradas casas de remate en maniobras de fraude a compañías aseguradoras. También es la primera vez que se presentan fraudes mediante pólizas de garantía en la construcción, tanto de fiel cumplimiento y de correcto uso de anticipos con promesas de compraventa en verde.
Desde el punto de vista metodológico, es destacable la evolución técnica en la investigación. Se aprecia un uso intensivo —y muchas veces notable— de herramientas como el rastreo de geolocalización mediante GPS, el acceso a cámaras de seguridad municipales y privadas, la triangulación de perfiles en redes sociales y portales públicos (como MercadoLibre, Yapo, TocToc y páginas web de Conservadores de Bienes Raíces), así como el cruce de información mediante bases como SISGEN, AUTOSAFE, entre otras.
Pero más allá de los recursos tecnológicos, lo que sigue marcando la diferencia es el factor humano. El juicio experto, la experiencia acumulada y el olfato del investigador siguen siendo insustituibles. La tecnología puede ayudar —y cada vez lo hace mejor—, pero es la mirada entrenada la que transforma los datos en convicción.
Algunos patrones merecen mención especial. Por ejemplo, la práctica —cada vez más sofisticada— del “siniestro armado”, en que se simula un robo violento para justificar daños o pérdidas inexistentes. En alguna investigación, un supuesto afectado relató un atraco en la vía con caracteres cinematográficos, pero una simple georreferencia del GPS y la revisión de la programación de los controles de acceso del condominio bastaron para desmentir por completo el relato. La compañía aplicó un enfoque multidimensional, desde la psicología del testimonio hasta el trazado de movimientos vía Waze y Google Timeline.
En otros casos se evidenció cómo ciertos actores buscan apropiarse de indemnizaciones vinculadas a bienes raíces asegurados, manipulando el sistema de pagos judiciales en procesos de ejecución hipotecaria. El fraude no estaba en el siniestro en sí, sino en el momento y modo del cobro. Estos fraudes financieros, más silenciosos, exigen un investigador que sepa leer embargos, liquidaciones y desvíos en el flujo de fondos.
En otros hallazgos se descubrió una estructura organizada, donde un “abogado facilitador” ofrecía transformar siniestros reales en fraudes indemnizables, aprovechando vacíos en la trazabilidad de antecedentes médicos y prescripción de licencias. La investigación interna logró documentar comunicaciones entre actores, inconsistencias médicas y un patrón de siniestros repetidos en zonas geográficas coincidentes.
Y, por primera vez, nos encontramos con bandas europeas operando en Chile con fines de fraude asegurador. Es un dato que no podemos pasar por alto: la internacionalización del delito exige internacionalización de la respuesta.
Sin embargo, queda todavía mucho camino por recorrer para alcanzar los mejores estándares en la lucha contra el fraude. Como jurado, nos pesa constatar que en varios casos, pese a la solidez de la investigación, no se presentó querella penal. Nuevamente, se optó por cerrar siniestros por desistimiento del asegurado. Sabemos que cada decisión tiene su contexto, pero como industria debemos cuidar la señal que enviamos: el fraude debe tener consecuencias. Lo contrario es debilitar la tipificación legal del delito de fraude al seguro, que tanto costó conseguir.
Creemos necesario abrir la conversación sobre la naturaleza jurídica del delito: si es de acción penal pública (como estimamos), es indispensable explorar el camino de la denuncia formal ante el Ministerio Público.
También echamos en falta una mayor colaboración entre compañías. Casos donde aseguradoras distintas investigan redes comunes, pero no comparten información crítica. El fraude muta, se organiza, cruza ramos y fronteras. La industria no puede enfrentarlo fragmentadamente.
En cuanto a las herramientas de detección temprana, observamos un bajo aprovechamiento de tecnologías predictivas basadas en inteligencia artificial. Hay motores de alertas ya disponibles en el mercado; urge integrarlos no como proyecto piloto, sino como parte del flujo ordinario de suscripción, emisión y liquidación.
Y un último punto: aún falta audacia creativa. Animamos a los participantes a no conformarse con lo conocido. La imaginación no es solo un insumo del fraude: también debe ser una herramienta de la investigación.
Felicitamos sinceramente a todos los equipos que participaron este año. Sabemos que detrás de cada caso hay horas de análisis, frustraciones, trabajo silencioso y decisiones difíciles. Cada fraude detectado y documentado es una victoria —no solo para la compañía, sino para el sistema—. Es una forma concreta de proteger al asegurado honesto y reforzar la confianza en el contrato de seguro.
Como jurado, disfrutamos —y aprendimos— mucho en esta revisión. Ojalá este concurso siga siendo un espacio donde el ingenio del defraudador se vea siempre superado por la inteligencia colectiva del sector asegurador.
Muchas gracias.